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Charles Colson conocido conferencista internacional, advierte a la iglesia de estar asumiendo una mentalidad Mac Donalds. Esto convierte a la iglesia en un lugar de consumo, donde no hay demandas, sino deseo de satisfacción a todos los que asisten. También el sociólogo Robert Bellah dice que la tendencia entre los evangélicos es la de “debilitar el lenguaje bíblico del pecado y redención a la idea de Jesús como amigo que nos ayuda a encontrar solamente felicidad”. Esto dista mucho de ser el mensaje cargado de promesas y demandas que Jesús compartió con sus discípulos en el Sermón del Monte, nosotros debemos retomar ese mensaje.

Jesús nunca ilusionó a nadie con falsas expectativas. Lo grandioso de su enseñanza fue la crudeza con la que presentó el desafió a que lo sigan. Cuando los discípulos eran confrontados con las demandas del evangelio, muchos ya no querían seguirle. No obstante, Jesús nunca cambio su mensaje, ni lo hizo más atractivo, por el contrario, en medio de mucha expectativa por su función como hacedor de milagros, Él dejó claras sus enseñanzas.

El Sermón del Monte marca la regla de conducta y vida para aquellos que quieran vivir agradando a Dios. No obstante, para algunos, plantea pautas tan elevadas, que son difíciles de obedecer, y en verdad, solo la gracia de Dios nos puede hacer posible vivirlas.

La gracia de Dios, es el poder de Dios que viene a nosotros, sin que nos cueste nada, para que podamos hacer las cosas que demanda Dios, sin esfuerzo.

No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos (Zac. 4:6).

Los fariseos e hipócritas de la época de Jesús creían que bastaba simplemente saber e interpretar bien la ley, y así podrían librarse del castigo de la ley. Pero caían en el legalismo, considerando la letra de la ley solamente para exigir su cumplimiento. Esto no debe ser así. Puesto que así como la ley no fue dada con la esperanza de guardarla, tampoco el Sermón del Monte o las Bienaventuranzas.

Para que lo entiendas mejor, sólo Cristo puede hacer posible que vivamos estas demandas. Sólo Él puede guardarlas por nosotros.

De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe (Gál. 3:24).

El “Sermón del Monte”, es el auténtico, sermón sobre el Reino de Dios. Por ello, cada una de sus palabras, nos deberían ser sagradas.

Fue el sermón que usó Jesús para ordenar la marcha y con- ducta de sus discípulos, antes de ser enviados.

Todos los estudiosos coinciden en que en el Sermón del Monte tenemos la esencia principal de la enseñanza de Jesús, y la indicación clara a ir en el sentido contrario a la corriente que sigue el mundo.

Y él les dio vida a ustedes, cuando estaban muertos en sus delitos y pecados, en los cuales anduvieron en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia (Ef. 2:1-2).